Hace cosa de un mes, os hablábamos -de una manera muy sucinta- de la deriva de la industria del motor y su consiguiente pérdida de emoción, de alma. Si en aquella ocasión nos desahogábamos con el tópico de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, el lanzamiento del Volkswagen Taigo ha vuelto a hacer resonar los tambores de guerra en Sexta Marcha.
Quizás te estés preguntando a qué se debe todo esto aunque, si ya llevas algún tiempo dejándote caer por aquí, probablemente intuyas el motivo por el que el petrolhead promedio suelta un gruñido a cada lanzamiento similar a este. Sea como fuere, expliquémoslo.
El nuevo Volkswagen Taigo viene a rellenar el nicho de los SUV coupé pero en su segmento, el de los utilitarios; un camino iniciado por productos premium como el BMW X6, que ha ido “democratizándose” con su irrupción en gamas inferiores (véase el Renault Arkana). Aunque sí, lo más correcto sería tildarlo de crossover, puesto que además solo se ofrecerá en tracción delantera y así lo cataloga la propia Volkswagen.
El planteamiento técnico parte de la archiconocida plataforma MQB y se ve rematado por una carrocería que recuerda a una especie de Polo sobreelevado con protecciones y con una marcada caída del techo, diferenciándose en esto tanto del propio Polo como del T-Cross. Todavía no tenemos elementos de juicio para hablar de pérdida de habitabilidad interior ni nada por el estilo, pero suponemos unas cotas entre los dos hermanos de gama que hemos mencionado.
No dudamos que será un coche que cumpla todas las expectativas en cuanto a eficiencia, seguridad, facilidad de uso, etc. Pero, para los que la llegada del BMW X6 nos hizo rechinar los dientes, el Taigo viene a evidenciar la enésima victoria de la forma sobre la función.
Para entenderlo, he aquí que os lanzo la siguiente pregunta: ¿Qué se gana más allá de la preferencia por un diseño más “sofisticado” con la compra de un SUV coupé? Porque, de manera innegable, de la ecuación del SUV (Sporty Utilitary Vehicle), donde entendemos esa U de útil como uno de los principales argumentos, la variante coupé sale perdiendo frente a estos (no hablemos de la S de deportivo y su comportamiento frente a los coupé tradicionales)
La respuesta es que al consumidor promedio le “mola” más. Punto. Le entra por el ojo y le encaja. Aunque pierda practicidad, aunque dinámicamente no sea lo óptimo y a pesar de todos los puntos en contra; es el que quiere tener, el que proyecta más marchamo.
Los hábitos de consumo de la sociedad a veces nos traen estas ironías, servidas en los envoltorios más insospechados. Y podemos patalear y clamar al cielo el por qué de todos estos “coupés sobreelevados”, pero la respuesta es y está en nosotros mismos. Volkswagen, que algo sabe de todo esto, simplemente ha sido capaz (al igual que ya hicieron otros), de materializar esos desconocidos deseos. “Es el mercado, amigos”, dicen algunos.
Siguiendo con los pies en la tierra, no olvidemos tampoco la cruda realidad de la cuota de mercado real que representa el aficionado al automóvil y que ha propiciado el abandono de ciertas carrocerías que nos eran más agradables como coche aspiracional, más aún en marcas generalistas. Ni qué decir de las tres puertas…
Así que, queridos amigos, “the times they are a-changin’“como cantaba Bob Dylan. Pero no estáis solos, desde aquí seguiremos librando la batalla petrolhead.
