Corría el año 2011 cuando Alfa Romeo presentó un prototipo de un deportivo de motor central, de suaves líneas y con una inequívoca conexión con el pasado glorioso de la marca, pues no era otro coche sino el Alfa Romeo 33 Stradale con el que ese prototipo tenía ciertas similitudes. Con semejante abuelo, el último coche de producción con motor central de Alfa, la presión que soportaba el futuro Alfa Romeo 4C, diseñado por Lorenzo Ramaciotti de Centro Stile Alfa Romeo, era obvia; ¿supo estar a la altura?
Realmente, no fue hasta 2013 cuando, por fin, pudimos evaluar al 4C en todo su esplendor y ver si respondía de manera afirmativa a esa pregunta. Así, entre aplausos y chicas guapas, el Alfa Romeo 4C era desvelado ante el gran público en el Salón del Automóvil de Ginebra en su versión final. Después del eternamente bello 8C, este 4C se pretendía convertir en el deportivo “comprable” de la firma del Biscione, partiendo desde algo así como 60.000€ de aquella.
Pero, ¿qué ponía sobre la mesa el Alfa Romeo 4C para desbancar a sus rivales más allá de un diseño despampanante? Lo primero y por encima de todo, una configuración biplaza de motor central sobre un monocasco de fibra de carbono; algo impropio de un deportivo de “acceso” y que solo habíamos visto en supercoches de varias decenas de miles de euros más.
Un chasis de solo 107 kg incluyendo las partes de aluminio que, junto con una estricta dieta general, conseguía situar la báscula por debajo de la psicológica línea de los 1.000 kg.
Por supuesto, la propuesta no se quedaba ahí. El 4C era un escaparate de todo lo que podía ofrecer Alfa Romeo en pro de la deportividad en un envase reducido y como tal, se valía de otros ingredientes como suspensión de doble triángulo para el eje delantero (McPherson atrás), un equipo de frenos Brembo como marca la tradición alfista y una distribución del peso tan conseguida (repartida 38/62) que tenía el centro de gravedad siete centímetros más bajo que el de un Lotus Elise.
Se dejaba por el camino, sin embargo, la asistencia de la dirección y ciertos lujos de algunos de sus “rivales” (si después de leer todo lo anterior crees que tenía algun rival natural), lo que le confería un aspecto interior absolutamente espartano. Un interior que, dicho sea de paso, era un batiburrillo de piezas heredadas allí donde el presupuesto no alcanzó y que, lejos de la pomposidad del Alfa 8C, se tenía que conformar con plásticos baratos e interruptores de Fiat del Pleistoceno.
Sombras aquí y allá que hacían que el 4C tuviera que seguir sacando pecho, a a través de un tren motriz formado por un bloque de 4 cilindros turboalimentado de 1.749cc que entregaba 240 CV y 350 Nm acoplado a una caja TCT (doble embrague seco) que enviaba la potencia a las ruedas traseras.
Este bloque 1750 Tbi, visto en el Brera, luego en el Giulietta QV y ahora actualizado completamente en aluminio en el 4C, le permitía batir el 0 a 100 en 4,5 segundos y alcanzar los 258 km/h, gracias también a ese bajo peso.
En 2015, llegaría la variante Spider con techo de lona desmontable, nuevas ópticas -menos polémicas y que no generaban tripofobia- y las mismas prestaciones que la versión cerrada.
Y así, hasta 2020 se fueron sucediendo ediciones especiales de ambas variantes y diversas mejoras, como la inclusión en 2016 de un sistema de escape opcional Akrapovic.
Pero, a pesar de todas las florituras mecánicas y de las cifras, el Alfa Romeo 4C era más que la suma de sus partes. Era un coche creado desde cero, para un nicho de mercado tremendamente pequeño y, en cierto modo, un adelantado a su tiempo, refrendado por sus escasas ventas. Si hoy nos deshacemos en halagos con el Alpine A110 por su ligereza y su concepto de coche de conductor, el 4C exploró esa vía hace 10 años, con sus virtudes y sus otros tantos defectos.
Al final, del tope de 3.500 unidades de venta al año que manejaba Alfa Romeo, la producción del 4C cesó en 2020 con menos de 10.000 coches colocados a lo largo y ancho del mundo, algunos vendidos a absolutos precios de derribo. Hoy, con el prisma actual, el Alfa Romeo 4C es un deportivo exótico, irrepetible y cuya cotización aumenta de manera constante. Para los que crecimos deseando uno, supone un trago agridulce; va ocupando el lugar que merece a costa de alejarse de nuestro bolsillo.
Es muy difícil que en la actual deriva de Alfa Romeo aparezca un coche como el 4C y, por eso, nuestro homenaje a su historia tiene aun más sentimiento. Hazte con uno si puedes, pero déjanos un 4C Spider en Rosso Competizione para nosotros, por favor.