Introducción
La automoción tiene en su haber auténticas novelas de suspense; unas veces terminan muy mal y, otras, acaban con un final muy feliz. La de hoy, por suerte para nuestra marca predilecta, es de las segundas.

Breve historia
Así, a mediados de los noventa, Porsche estaba al borde del abismo. El 911 ya no podía mantener a flote a la compañía por sí solo, y era necesario un cambio radical. La solución, como muchos sabéis, llegó en forma de un pequeño roadster con motor central: el Boxster. Inspirado en el mítico 550 Spyder y presentado como prototipo en Detroit en 1993, su nombre venía de la fusión de "Boxer" por su motor y "Roadster" por su configuración.

Cuando llegó al mercado en 1997, su éxito fue inmediato. Este primer Boxster tenía un motor bóxer de seis cilindros y 2.5 litros con 204 CV. No era el más potente, pero sí el más equilibrado. La clave estaba en su chasis y su motor central, que ofrecían una dinámica de conducción soberbia. Y aunque nunca debía eclipsar al 911, sí se convirtió en una pieza clave para la marca. Sin él, probablemente Porsche no existiría hoy como la conocemos. Una historia completa que os desgranamos en el vídeo de nuestro canal, pero hoy no vamos a hablar del modelo base. Hoy tenemos entre manos algo más especial, una versión que elevó el concepto recién llegado el siglo XXI: el Porsche Boxster S.

Exterior
El Boxster tomaba lo mejor del diseño clásico de la marca y lo reinterpretaba para la nueva Porsche de finales de los noventa. Las jorobas detrás de los asientos son un guiño, efectivamente, al 550 Spyder, pero todo en él parecía diseñado para que se viera moderno y funcional. Compacto, agresivo y perfectamente proporcionado, cada línea parece tener un propósito más allá de la estética.

Pueden venir las comparaciones con su hermano mayor, el 911, pues tomaba de este faros, aletas delanteras, capó y puertas, pero el conjunto se percibe como otra cosa. Además, en esta versión S, los detalles estéticos también lo diferenciaban: abertura para el radiador en el paragolpes, doble salida de escape, pinzas de freno rojas y emblemas "Boxster S". Sin hacer mucho ruido, sin exageraciones, pero con un toque especial para los que saben mirar. ¿Cuándo perdimos este amor por la elegancia discreta?

Mecánica: elefante en la habitación
Debajo de su capó (central trasero), el Boxster S esconde el M96, un motor bóxer de 3.2 litros con seis cilindros y 252 caballos que, puede que hoy no suenen impresionantes, pero que permiten un 0-100 por debajo de los seis segundos y que, sobre todo, guardan la teatralidad necesaria para ser un coche de conductor; tu padre diría que son “caballos de los de antes”. Es un motor puntiagudo, que respira por completo cuando lo subes de vueltas, con un sonido ronco y metálico que te pide seguir apurando marchas.

Hablando de marchas, su cambio manual es más que correcto. Aunque con amantes y detractores a partes iguales, se siente corto y preciso, con un tacto mecánico que casi parece desafiarte a buscar la siguiente relación. Súmale un embrague algo duro que hará que saques el pie por el paso de rueda cuando pises con la misma fuerza el de un coche moderno.

Y luego está la dirección: hidráulica old school, directa, y con un feedback que hace que cada curva sea una extensión de tus pensamientos. Los sistemas ADAS están muy bien, pero nos dejamos cosas como esta por el camino. Aun con todo, la verdadera magia está en el chasis: equilibrado, comunicativo y con una puesta a punto que te volverá, de seguro, mejor conductor, aunque solo estés disfrutando de una carretera secundaria.

Pero también hay sombras (muchas), sobre el Boxster. Sensible de corazón, tenemos que tratar su famoso problema del IMS. Este rodamiento del árbol de levas intermedio (Intermediate Shaft en sus siglas), podía sufrir de falta de lubricación y provocar un fallo en cadena que terminaba destruyendo el motor. Puede sonar alarmante pero, 25 años más tarde tenemos el know how suficiente para disponer de un conocimiento casi infinito sobre su diagnóstico y mantenimiento preventivo. La realidad, además, nos dice que el porcentaje de fallos es bajo: alrededor del 1% en los que equipaban rodamientos de doble hilera (pre2000) y entre el 5-8% en los de simple hilera (post2000). Conociendo el problema y solucionándolo a tiempo, el Boxster es un coche duro. Considerad asimismo que, pasados unos 140.000 kilómetros con el IMS de origen, puedes calificar al coche como “vacunado”, aunque no está de más comprobar en cada cambio de aceite si hay trazas de metal.

Vida a bordo
Cambiando a aspectos más agradables, abrir la puerta del Boxster S es como viajar en el tiempo. Su interior mezcla el lujo discreto de los noventa con el minimalismo funcional de un coche hecho para conducir. Los asientos, forrados en cuero, te sujetan perfectamente sin ser demasiado radicales aunque sí estrechos. El cuadro de instrumentos, con su característico tacómetro en el centro y aquí en blanco de serie, te recuerda que lo importante es el motor y no la pantalla táctil de turno. Todo está donde debe estar, sin distracciones ni excesos.

Controles físicos para todo, filosofía de “un botón una función” y ese olor inconfundible de los deportivos de la época.. Y, por supuesto, la posibilidad de personalizar hasta el más mínimo detalle con la interminable lista de extras de Porsche Tequipment que ofrecía cualquier cosa que alguien pudiera imaginar. Sentarte aquí, cuarto de siglo después, te transmite la sensación que, cuando vuelvas otros tantos años más tarde, todo seguirá igual de bien puesto, de bien hecho y de bien conservado. Eso sí, si mides más de metro ochenta, puede que no estés del todo cómodo, te avisamos.

Comportamiento dinámico
Si en lo anterior brilla, llegamos a la madre del cordero: su comportamiento. En un mundo donde parecemos obsesionados con las cifras de aceleración y los tiempos en Nürburgring, el Boxster S jugaba otra guerra. Cada giro te traslada a una conversación entre tú y la carretera donde, lo de menos, es ser el más rápido. Es de esos coches te invita a explorar tus límites y, poco a poco, los suyos, con un equilibrio que no te conviene querer torcer. Porque es progresivo y dosificable en el mundo real, pero no tolerará tus insolencias con el gas o tus torpezas. Con apenas 1.300 kilos y bien centrados, más te vale entender sus inercias si quieres provocarle, cosa que no es su estilo.

Al final, el Boxster se asemeja más a un destornillador de precisión que a un martillo. Se exprime mejor en esos márgenes controlados que en un desparrame de hiperactividad al volante. Así, la suspensión, un poco más firme que en el Boxster base, logra ese equilibrio casi imposible entre comodidad y deportividad.

Puedes salir a disfrutar de una carretera de montaña sin comprometerte a un viaje agotador saltando de lado a lado y los frenos, tomados prestados del 911 de la época, son pura confianza: potentes, modulables y con ese tacto Porsche que ya sabes. La relación peso-potencia es realmente buena e, incluso algo sesgados por lo que solemos probar, ni siquiera podemos evitar ver al Boxster S como un sublime deportivo.

Conclusión
El Porsche Boxster S es más que un roadster bonito o la chanza del “coche de tu peluquero”. Es un coche que salvó a una marca, redefinió un segmento y, lo más importante, un coche capaz de poner una sonrisa en la cara de todos y cada uno de sus propietarios. Por maneras, por estilo y por ADN, no podemos hace otra cosa que caer rendidos ante el primer Boxster. Envejece como el buen vino, ya nadie critica aspectos como sus faros y, al volante, es endiabladamente cautivador. Cierto es que tiene un mantenimiento algo más caro y peculiar que sus rivales como el Z3 y similar al del 911 que ya os contamos, pero es que también es más coche.

En un mercado de segunda mano donde todavía se pueden encontrar buenas unidades por precios razonables y teniendo un presupuesto no muy boyante, es LA oportunidad de experimentar la herencia de Porsche sin acometer una imprudencia financiera. ¿Es el Boxster S la compra perfecta? Si hablamos de precios, la respuesta es un rotundo sí. Con unidades del Boxster S en muy buen estado por unos 18.000€ (e incluso algún fugaz anuncio por 14-15), es difícil encontrar una alternativa mejor. Un roadster verdaderamente deportivo -mucho más que Mercedes SLK, BMW Z3 y cía.- con el encanto de aprovecharlo a cielo abierto. Gasta algo más que aquellos, pero nos resulta irrelevante.

Claro que podrías conformarte con un Boxster normal y en la mayoría de casos sería suficiente, pero el S añade ese extra de potencia, sonido y refinamiento que hacen que cada euro invertido merezca la pena. Al final del día, eso es lo que realmente importa, ¿no? Que cada vez que lo conduzcas, te haga sentir algo especial. Y eso, amigos, es justo lo que hace el Boxster S.
En vídeo
Si quieres sentirlo más de cerca, no te olvides de ver la prueba en vídeo del Boxster S en nuestro canal: