Sí, lo habéis adivinado. Hace no demasiado tiempo, así rezaba un eslogan de Alfa Romeo en el anuncio del Giulietta que protagonizaba Uma Thurman. En él, se apelaba a esa “anima” (alma) que dicen los italianos, cambio manual incluido y mostrando el carácter más emocional del automóvil.
Es curioso comprobar cómo la deriva de la industria y del ambiente en el que está inmersa nos ha abocado no sólo a una situación actual en la que ese corazón parece brillar por su ausencia, sino a vislumbrar un horizonte que no se perfila precisamente halagüeño, sobre todo para los que disfrutamos de los coches.
El cóctel de sobrerregulación por parte de las instituciones (gravámenes abusivos aparte), cambio de modelo de movilidad, nuevas demandas de los consumidores y un largo etcétera, ha hecho que, de manera cada vez más acusada, la percepción del automóvil se circunscriba a un mero electrodoméstico, otro medio de transporte más.
Para nosotros, racionalizar y desromantizar su uso nos duele en el alma y queríamos, antes de abordar todo lo que nos ha traído hasta esta situación (en próximos artículos), lanzar un alegato en favor del coche, visceral y alejado de convencionalismos.
El automóvil siempre se ha visto como una herramienta de libertad, un objeto aspiracional y un elemento de distinción, y así lo sentimos. Representa, en último término, sueños cumplidos, recuerdos, vivencias y la culminación de un amor por ellos que no muere. Es esa capacidad de hacernos sentir y formar parte de nuestras vidas como un ente con personalidad propia la que alimenta nuestra pasión y lo que queremos transmitir.
Enseñémosle a la gente lo bonito de un buen roadtrip, la satisfacción de un cambio manual, ese cosquilleo al estirar un motor de muchos cilindros, el tacto de una dirección hidráulica y con la asistencia justa; lo bonito de escuchar a la carretera mientras fluyes por ella, de entender los defectos de tu coche como entiendes los de tu mejor amigo. Todo ello vacío de lógica, pero lleno de corazón, actitud y ganas de vivir.
En definitiva, cuando nos referimos a crear cultura del motor, también significa esto; la labor evangelizadora de llevar las virtudes del automóvil (el que tiene alma de verdad) a todo el mundo, especialmente a los más jóvenes. Desde nuestro pequeño rincón seguiremos trabajando para que esa pasión nunca decaiga, aquello que rezaba el anuncio: sin corazón, solo seríamos máquinas.