Recuerdo pocos vehículos que hayan producido un dilema de emociones y disparidad de opiniones durante tanto tiempo como lo ha hecho el Porsche Cayenne desde que se lanzó al mercado en aquel lejano 2002.
Algo inaudito; Porsche, un referente histórico en cuanto a crear las máquinas de conducción definitivas… ¿Haciendo un coche práctico para la vida cotidiana y la familia? Para tirarse de los pelos, y al mismo tiempo para aplaudirlos, por haber tomado la mejor decisión de su historia.
El primer Cayenne que llegó era un coche práctico y espacioso, que lucía relativamente bien y que realmente tenía parte de esa herencia de Porsche, poca, pero la tenía. Tras un ciclo de 5 años siendo un completo éxito en ventas, entre 2007 y 2008, el Cayenne recibía un lavado de cara, y es por estas fechas cuando se introduce el protagonista del artículo de hoy.
Cayenne GTS: Deportividad y practicidad en su máximo exponente
Durante todos los años de producción del primer Cayenne, Porsche nos ha dado la versión de acceso con un V6, el Cayenne S con un V8 atmosférico, y en la cúspide nos ponía el Cayenne Turbo como la versión más potente, con un motor V8 turboalimentado, con hasta 520 CV en la variante Turbo S, pero más potencia no quiere decir más deportivo, ¿Verdad?
Aquí es donde Porsche entró, y colocó la variante GTS entre el S y el Turbo, con un V8 atmosférico de 4.8 litros mejorado del Cayenne S, desarrollando 405 CV, pero dejando claro que el GTS no era realmente un escalón más que los unía, sino una versión para los compradores que buscaban sensaciones puras.
Solo con verlo, el Cayenne GTS te hace sentir algo. Unas proporciones tan bien conseguidas, unas líneas jamás vistas en un vehículo de su segmento, y un frontal que esta vez sí, acompañaba a su atractiva parte trasera, dando como resultado un coche que no tenía ni un solo mal ángulo.
Unos pequeños y sutiles cambios respecto al Cayenne S condimentaban la receta para transformar el coche de manera radical. La carrocería del Turbo, con un paragolpes delantero repleto de rejillas para dejar respirar a su potente motor, unas llantas de 21” de serie, unos escapes dobles específicos y un alerón trasero que realmente permitía deducir al que tiene buen ojo, que no se trataba de un Cayenne normal.
Particularmente deportivo
Por primera vez, el Cayenne en su variante GTS estrenaba una combinación de muelles junto con el sistema de suspensión activa PASM, ya utilizada en los modelos deportivos como el 911 o Cayman/Boxster, reduciendo la altura al suelo en 24 mm respecto al Cayenne normal e incluso al Turbo y enfocándose principalmente en transmitir unas sensaciones de manejo puras y mucho más deportivas que cualquier versión del aclamado SUV de Porsche.
A pesar de su alto peso, alrededor de 2.300 kg, su motor V8 de 4.8 litros con 405 CV hacía que se moviese con total soltura, que junto a la caja de cambios manual de seis velocidades que venía de serie, se transformaba en una experiencia de conducción inexistente en un vehículo de sus características.
Vale, genial, pero… ¿Tiene algún sentido?
Ninguno, y ese es parte de su carácter. ¿Quién necesita un SUV deportivo con un motor de alta cilindrada, que además bebe litros y litros de gasolina como si no hubiera mañana? Probablemente nadie, pero el Cayenne GTS tiene un alma y un encanto que pocos tienen, algo difícil de explicar, que solamente alguien enfermo por los coches puede sentir. Un coche que, aunque no lo parezca, es un poco la antítesis a un SUV de altas prestaciones actual, con tropecientos CV de potencia empujándote a otra dimensión, contrario a este, que seguramente necesites conectar con él de una manera más directa para exprimirlo.
En definitiva, el Cayenne GTS es el deportivo puro de un segmento que apenas tiene vestigios de algo similar, y es por eso que nos gusta, y seguramente a ti también.
