En 1971, BMW presentó el BMW 3.0 CSL, la versión aligerada, leichtbau, de su 3.0 CS. Sus argumentos, como mandan los cánones en la casa bávara, eran un motor de seis cilindros en línea, gobernado a través de una caja manual de cuatro velocidades y que enviaba toda su potencia al eje trasero y una estricta dieta de adelgazamiento para recortar kilos en un coche que no consideraríamos pesado hoy en día.
Sin embargo, no fue hasta 1973 cuando el verdadero CSL, el que serviría como homologation specials para un coche de Grupo 2, viera la luz. Eberhard Von Kueheim, CEO de la compañía por entonces, decidió embarcarse en la competición y de tal deriva, surgiría en mayo de 1972 la división deportiva BMW Motorsport, lo que conocemos como BMW M.
Más allá del mítico 2002 Turbo, BMW M convirtió al 3.0 CSL en un coche ganador de manera inmediata. Se recortó aún más el peso gracias al uso de aluminio, plástico y de eliminar todavía más material aislante. A su vez, se añadía un kit aerodinámico agresivo que dio al 3.0 CSL su apodo de “Batmobile”, aunque muchas de estas piezas no estuvieran homologadas para su uso en carretera. En total, el 3.0 CSL de 1973 rendía 206 CV de su motor subido a 3153cc y solo pesaba 1270 kilogramos.
Hans-Joachim Stuck o Niki Lauda fueron algunos de los encargados de elevarlo al estatus de leyenda, durante sus victorias en el ETCC en 1973, 1975, 1976, 1977 y 1978.
Toda esta lección de historia era necesaria para presentar al protagonista de hoy. Con motivo del 50 cumpleaños de la creación de la división M, BMW debía rendir honores a la génesis de su letra poderosa y así ha sido: mostremos nuestros respetos al nuevo BMW 3.0 CSL.
Sobre la base del actual BMW M4, este homenaje con ruedas limitado a 50 unidades poco tiene que ver visualmente con el modelo del que deriva. Para emular a su abuelo, se han creado nuevos paneles de carrocería y un salvaje kit aerodinámico que, cumpliendo la filosofía CSL, emplea masivamente carbono reforzado con plástico (CFRP). Innumerables guiños al pasado victorioso y también al presente, con ciertas reminiscencias del M4 GT3 del DTM, como la firma lumínica.
Un homenaje estético cuyo desarrollo roza lo obsesivo, con multitud de complejidades técnicas que precisan de horas y horas de trabajos realizados a mano, como la pintura Alpine White sobre el carbono con la librea característica de BMW M y sus múltiples detalles. Nuevas tomas de aire frontales, esos monstruosos pasos de rueda, el deflector de aire en el techo o el alerón, imprescindible en esta reinterpretación, añaden magia a un concepto del que es imposible no enamorarse.
Pero si por algo se distinguía el 3.0 CSL original era por su rendimiento. Así, el 3.0 turboalimentado sube otro escalón hasta los 560 CV y 550 Nm, dejando una relación peso-potencia de tan solo 2,9 kg/CV. Un esfuerzo conjunto de más picante y menos peso que se deja notar en unas llantas monotuerca exclusivas o un escape de titanio.
En el interior continúa la fiesta, con asientos bucket de colores similares al modelo de los 70, menor aislamiento, detalles específicos y numeración de la unidad. Una atmósfera racing biplaza con un aire similar al que ya vimos en el M4 CSL, pero adquiriendo un plus de exclusividad como nunca antes se ha visto en BMW.
Y, sin duda alguna, una de las joyas de la corona se encuentra también en este interior; preside una palanca de cambios blanca y achatada por arriba, en un guiño a los orígenes. Porque el 3.0 CSL recurre a una transmisión manual de seis velocidades para demostrar sus lazos de parentesco, rematando así el esquema inconfundible de motor straight-six, cambio manual y propulsión trasera.
En suma, el nuevo BMW 3.0 CSL culmina, por fin, una larga lista de concepts relacionados con la historia de BMW M como el 3.0 CSL Hommage R, llevando a producción este coche. 50 unidades por 50 maravillosos años.