Esta semana pudimos probar uno de los referentes en cuanto a compactos deportivos, de los que marcan época y quedan grabados en la mente de la gente que los tuvo, o que soñaba con ello, el R32.
El Golf R32 formó parte de una de las eras doradas de los compactos deportivos, situada a principios de los años 2000, donde predominaban los motores aspirados por aire, y quien quisiese ser el rey, no optaba por la sobrealimentación, sino por un motor más grande, como es el caso.
El Volkswagen Golf IV R32 no es el más rápido en estándares de hoy, ni el más ágil, pero tiene algo más importante a día de hoy, y es que se siente especial.
Estética: Si sabes, sabes.
El R32 tiene ciertos elementos que lo diferencian de un Golf IV normal, pero son los conocedores del modelo quien sabe lo que está ante sus ojos.
La unidad que probamos, de color negro Black Magic, hace que ese efecto de “if you know, you know”, se sienta más, al contrario que colores más llamativos y más emblemáticos del modelo como el Deep Blue Pearl.
Los elementos estéticos que diferencian a un Golf R32 de un Golf normal son varios: El paragolpes delantero, con unas entradas de aire más grandes para refrigerar el motor, unas aletas delanteras y traseras ensanchadas, y un paragolpes trasero con doble salida de escape individual que, en aquella época, dejaba entrever que se trataba de un motor más grande de lo habitual.
Más allá de eso, encontramos diferentes emblemas de R32 en la parrilla delantera y en el portón trasero.
Sin embargo, a pesar de tratarse de un coche que da sensación de lobo con piel de cordero, es posiblemente uno de los Volkswagen Golf cuya estética sale un poco de la sutileza a la que Volkswagen nos tiene acostumbrado, y esto es algo que se puede ver bien cuando ponemos el R32 IV al lado de un R32 de quinta generación, lo que lo hace sentir más especial si cabe.
Interior: “Solo un Golf”, pero con detalles
El interior sigue la misma corriente del exterior, con unos pocos elementos que destacan sobre lo demás. Y es que lo mejor del interior del R32 son, sin lugar a dudas, los asientos.
Estos asientos tipo bucket, firmados por König, son muy cómodos y al mismo tiempo, tiene un muy buen soporte y agarran de maravilla, aportando, además, una esencia muy deportiva.
Otros elementos como el volante, pomo y el cuadro de instrumentos llevan consigo la insignia R para hacernos saber que estamos en algo muy especial.
Mecánica: El maravilloso VR6.
Sin duda, la razón por la que el R32 es tan deseado por tantos aficionados, es por lo que encontramos en la parte delantera, su motor.
Bajo el capó, la joya de la corona del grupo Volkswagen durante muchos años: El VR6, un curiosísimo experimento del fabricante alemán, con los 6 cilindros en una misma bancada y 3.2 litros de cilindrada, consiguiendo desarrollar la nada desdeñable cifra de 250 CV, una cantidad más que suficiente para reinar el segmento de los compactos deportivos en su época, rivalizando con otra de las alternativas exóticas que compartían cubicaje, el Alfa Romeo 147 GTA.
Un motor como este es algo que nunca más volveremos a ver. Atmosférico, elástico y con un despampanante sonido que parece haber salido de las mejores orquestas.
El simple giro de la llave reproduce un sonido fino y claro que viene del sistema de escape, un maullido se podría decir, que sigue sonando más y más hasta las 3.500 rpm donde, de ahí para adelante, deja de sonar de la misma manera y se transforma en un sonido más metálico.
Este motor, asociado a una caja de cambios manual de seis velocidades, es capaz de hacer el 0 a 100 km/h en 6,6 segundos, mientras que la novedosa caja de cambios DSG, introducida por primera vez en este modelo, era capaz de hacerlo en 6,4 segundos.
Para pasar la potencia del VR6 al asfalto, un sistema de tracción total llamado 4 Motion por Volkswagen, lo que se traduce en un Haldex de primera generación, que manda potencia a las ruedas traseras en caso de perder tracción en el eje delantero, aportando sensación de aplomo en salidas rápidas.
Mezclamos esa aceleración más que decente, con la subida de vueltas, acompañado por el aullido del motor, y es más que suficiente para hacerte pasar un excelente rato.
Dinámica: Una buena experiencia, pero sin ser la máquina de conducción definitiva.
Me puse a los mandos del Golf IV R32 tan virgen como era posible; sin haber probado ninguno de los productos del Grupo VAG de la época, sea el motor que sea, por lo que no tenía ningún benchmark más que un Porsche 911 de la misma época del que me acababa de bajar.
En cuanto a aceleración, el R32 se siente muy bravo en marchas cortas, con un excelente empuje en bajas vueltas, una sensación que disminuye una vez te sitúas en una marcha mayor, donde el motor deja de responder de manera tan activa, algo fácilmente solucionable bajando un par de marchas.
La rodadura es firme, gracias a un setup de suspensiones específico y una altura al suelo 20 mm inferior a la de un Golf normal. La dirección tiene buen peso, es dura, pero no tan directa como se podría esperar, por lo que para realizar una curva cerrada hay que girar más de la cuenta.
La sensación de subviraje no aparece a menudo, pero tiende a ello en curvas cerradas por el vigoroso motor que llevas delante, haciéndote seleccionar correctamente la marcha en la que estás para mantener la estabilidad.
Volkswagen Golf IV R32, el veredicto:
El Golf R32 consigue algo que pensé que era difícil de conseguir: Sentirse especial. Y es que esta generación del hijo pródigo de Volkswagen apenas tiene rivales, y te ofrece una receta pocas veces vista en la historia del automóvil.
Un coche, a priori normal, con carrocería compacta, casi generalista, pero que esconde en sus entrañas un magnífico motor que cambia cualquier tipo de pensamiento o prejuicio que podrías tener de él.
La economía siempre es un tema de conversación, y juntando la revalorización en el mercado, junto con el hecho de que vale casi 10 veces más un R32 que un GTI de la misma generación… Te hace preguntarte: ¿Merecerá la pena?
Y la realidad es que sí. Pese a compartir la mayoría de elementos estéticos, el R32 se siente verdaderamente especial tanto por fuera como por dentro, su motor es una especie extinta en un mercado dominado por el downsizing, y te ofrece unas sensaciones que difícilmente volverás a encontrar en un compacto, transformándolo directamente en un futuro clásico.
A día de hoy, un Volkswagen Golf IV R32 es una rareza, pero se puede encontrar entre los 18.000 y los 23.000€ en el mercado de segunda mano. La unidad que protagoniza este artículo, una unidad de único dueño y poco más de 175.000 kilómetros, se encuentra a la venta aquí.