Rolls-Royce es una marca que está inequívocamente ligada al lujo en su máxima expresión y así es percibida por cualquier persona, ya sea un apasionado del automóvil o no. Esta consideración, su gran valor diferencial, no es el fruto de una noche; es el trabajo de décadas dedicadas enteramente a satisfacer cualquier tipo de anhelo a través de la forma de un coche.
Curiosamente, aunque nos encontremos en 2021, la fórmula original ha cambiado muy poco y cada vez más, parece mirar al pasado para encontrar dónde situarse en el futuro. Tanto es así que con el lanzamiento del Rolls-Royce “Boat Tail”, la marca del espíritu del éxtasis confirma el nacimiento de Rolls-Royce Coachbuild, un departamento de carrocería para vestir sus vehículos como cada cliente desee (dinero mediante). Así, se toma el relevo de lo que antaño hacían artesanos como Park Ward, Barker o Mulliner.
“Coachbuild traspasa los límites de personalización que tenía la división Bespoke, ceñida a los modelos “convencionales”
Después del éxito que tuvo el one-off Sweptail, que la propia marca no duda en denominar “el amanecer del movimiento carrocero contemporáneo”, dentro de Rolls dieron cuenta del potencial de crear una nueva suerte de mecenazgo para alumbrar proyectos así y la primera muestra ha llegado con el Boat Tail.
Este proyecto de inspiración naútica recurre a una reinterpretación del concepto Boat Tail, esas sensuales formas de barcos sobre la base de los Rolls de época, pero con la mirada puesta en los yates de J-Class, de acuerdo con los deseos de los tres clientes que han “financiado” el suyo.
De momento, solo se han desvelado las características de una unidad, pero por la apabullante sobreingeniería, el cuidado obsesivo por el detalle y la factura final de la misma parece que sí, que realmente caminamos hacia un nuevo paradigma en los coches de superlujo.
Para empezar, dentro de los 5.8m de largo de esta creación nada se ha tomado a la ligera; se han diseñado específicamente 1813 nuevas piezas para los tres coches, tomando cientos y cientos de horas de desarrollo hasta llegar a producción. Solo la reconfiguración del chasis llevó otros ocho meses y mención aparte para la nueva cámara de resonancia específica para redondear el equipo de sonido.
Todo esto continúa con el reloj del salpicadero, una obra única realizada en colaboración con la casa BOVET 1822 (3 años de desarrollo conjunto), con una integración perfecta a gusto del cliente, que puede retirarlo y llevarlo en la muñeca si así lo desea. Ah, y a juego con otro creado para la mujer del cliente. También incluye una pluma Montblanc en una delicada caja de aluminio y cuero en la guantera, por si hay que hacer el parte de accidente más caro de la historia.
Pero lo que es realmente especial y roza lo absurdo es la parte trasera del coche. Lleva cinco nuevas centralitas para que, entre otras cosas, pueda abrir las dos tapas del maletero en un “apropiado” -como dicen en Rolls- ángulo de 67 grados e incorporar un sistema de control climático más avanzado que el que mantiene a Walt Disney en su cámara.
Aquí, la chapa y la madera se abre y deja paso a dos compartimentos que suben y se inclinan ligeramente, mostrando en uno todo lo necesario para un sofisticado almuerzo y en el otro, las bebidas. También tenemos sombrilla, sillas y las mesitas típicas de Rolls que ya vimos en el Cullinan pero con una aún más cuidada (de la marca Promemoria).
“El compartimento de las bebidas incluye un frigorífico con el tamaño específico para guardar champagne Armand de Brignac y especialmente diseñado para conservarlas a su temperatura óptima de 6 grados.”
No especifican el corazón de la máquina, pero podemos pensar que seguirán recurriendo al V12 de 6,75 litros biturbo derivado de BMW -que a estas alturas de la película ya no suena tanto a herejía-, para esa potencia que en Rolls-Royce siempre tildan de “suficiente”. Lo que sí que es seguro es que mantendrá la sensación de ir montado en una alfombra mágica.
¿El precio de un desarrollo propio y de contar con los mejores eligiendo lo mejor? 20 millones de libras; el coche más caro del mundo “a la venta”. Los tres afortunados y anónimos propietarios disfrutarán de una obra de arte para los que a veces, el mundo nunca es suficiente.
Un sueño materializado así es una celebración de la vida sin cortapisas, una pieza única que los meros mortales solo podemos contemplar y aplaudir. ¿Excesivo? Déjanos tu opinión en las RRSS