BMW e Italdesign: Nazca, la vida más allá del M1 (M12, C2, C2 Spider)
BMW es una marca premium cuyas ramificaciones y gama de producto llegan a prácticamente cualquier nicho de mercado. Sin embargo, desde que cesara la producción del BMW M1 allá por 1980, se ha visto huérfana de un supercar, de un coche halo de esos que atraen miradas y hacen girar cuellos a su paso. Ni el BMW Z8, ni el i8 ni siquiera el reciente M8 han conseguido llenar ese vacío.
Aun así, nunca hemos dejado de tener pequeñas píldoras de lo que podría haber sido (y nunca fue), el superdeportivo de la casa bávara heredero del M1. La de hoy es una de esas historias; un affaire germano-italiano con los trazos maestros de Italdesign, los Nazca.
Comenzaba la década de los 90 y un joven diseñador, de apellido Giugiaro, comenzaba a trazar las líneas maestras de un concept de motor central longitudinal, tracción trasera y carrocería ultraligera. Ese prototipo fue presentado en el Salón de Ginebra de 1991; aquel prometedor chico era Fabrizio Giugiaro, hijo del famoso Giorgetto, y el automóvil en cuestión era el BMW Nazca M12.
Nacido de una hoja en blanco y con el único límite de la creatividad de Italdesign, el M12 era un deportivo enteramente de fibra de carbono (unos 1100kg), extremadamente afilado y bajo y animado por el corazón más exclusivo de BMW de aquel entonces: el M70B50, un V12 de 5 litros que entregaba 300 CV, presente en los 750i y 850i de la época. Una caja manual de cinco velocidades hacía de director de orquesta.
El BMW M12 mostraba un frontal de escualo con sabor inconfundible, aunque, quizás, con unos faros sobredimensionados para los estándares de la marca en 1990. Las puertas de alas de gaviota (solo las ventanillas) y una trasera que terminaba abruptamente añadían un extra de drama al ya de por sí espectacular diseño. El interior era lo suficientemente lujoso para un BMW y lo suficientemente espartano para un superdeportivo con aire de carreras e inspiración en los grupos C.
Lamentablemente, el Nazca M12 nunca pasó del papel salvo para una persona, el Sultán de Brunei, que tuvo el suyo en color azul y que fue subastado hace unos años por casi un millón de euros.
Pero del sueño del M12 pasamos en 1992 al sueño del C2. El BMW Nazca C2 era la mejora evolutiva natural del M12, remozando la parte frontal y añadiendo una zaga más agradecida -contando con una cuidada aerodinámica integrada-, dejándose por esos altos tiradores de las puertas y los cómodos asientos de la versión previa.
El C2 llevaba en su lugar unos buckets mucho más acordes con su filosofía motorsport y perfectos para sujetar el cuerpo cuando se daban rienda suelta a sus ahora 350 CV, gracias al toque mágico de Alpina con el propulsor V12 5.6 del Alpina B12. Por si no fuera poco, todos estos ajustes también llevaron a una reducción del peso en 100 kg, por lo que ahora el C2 rozaba la tonelada.
Una vez más, el Nazca C2 se quedó en un bonito prototipo completamente funcional sin ver su reflejo en las calles, pero la fusión Italdesign-Alpina-BMW nos sigue conmoviendo.
Después de dos intentos y como sucede con las grandes estrellas de rock, había tiempo para un último bis. Un año más tarde, el último de la terna Nazca, el BMW Nazca C2 Spider, ponía fin a un romance para el recuerdo. El Spider era en esencia el C2 con un techo desmontable y sin capó trasero; todo pensado para escuchar de cerca y mostrar al mundo el maravilloso V12 de 5.6 litros que ahora subía hasta los 380 CV y que ganaba una caja de seis velocidades (manual también).
La teatralidad del C2 Spider que deleitó a los espectadores del GP de Mónaco de 1993 cerraba el ciclo de los sucesores espirituales del M1. En un ejercicio por imaginar el supercar de BMW que nunca fue -puesto que en la propia BMW no querían arriesgarse después del fracaso comercial que supuso el M1-, Italdesign nos volvió a demostrar lo bien que le sientan los trajes italianos a los coches alemanes.
¿Volveremos a ver otro supercar de BMW? Deseamos que sí.